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La Casa Kua en Berlín

Una casa trans desde donde construir una comunidad

Diciembre 2021 • Marta Dillon

Sebastián Freire

Sebastián Freire

Alemania, Europa#Alemania #Europa

La Casa Kua en Berlín

Una casa trans desde donde construir una comunidad

Por Marta Dillon

 En el corazón del barrio de Kreuzberg, en Berlín (Alemania), ahí donde los olores de la comida típica de lugares distantes de Alemania se mezclan con el de las frutas que se venden en jugo y las cervezas derramadas la noche anterior, hay un espacio donde el silencio es una invitación. No a callar, sino a la escucha.

Hay que quitarse los zapatos para entrar a esta casa cuyo nombre está escrito en español y mandarín -Casa Kua, o casa trans- a donde se llega porque su existencia circula de boca en boca entre personas trans, intersex, trabajadoras sexuales, migrantes, que buscan en este espacio un refugio de las violencias que circulan a diario en donde intercambiar saberes, encontrar contención y acceso a la salud integral.

A pesar del silencio, en el taller del fondo de esta casa en planta baja, la habitación que sigue a la Biblioteca Lohana Berkins -la querida traviarca argentina fallecida en 2016-, un grupo de cinco aprende sobre instalaciones de electricidad que se brinda para personas trans y bipoc -negras, indígenas y personas de color, según la sigla en inglés (black, indigenous and people of color)- como parte de las múltiples y diversas actividades de Casa Kua, un centro comunitario y de salud trans* inter* queer antirracista. Una casa abierta única en su especie en Alemania y en Europa, aunque sus coordinadorxs reconocen alguna familiaridad con una casa en Amsterdam que abrieron trabajadoras sexuales trans y otra en Londres, pero de características diferentes.

Tzoa, Naikee y Alex son quienes coordinan el sueño palpable de este espacio refugio y de salud para les últimxs en la ciudad de Berlín, personas trans, sin papeles, negras, indígenas, migrantes, de color. Y lo que ofrecen es inusual. Atención psicológica, acupuntura, depilación láser, partería queer, medicina china; además de grupos de reflexión y debate.

Bajo los plátanos de Mariannenplatz, a dos cuadras de Casa Kua, en una ronda sobre el césped, les coordinadores que llegaron de diferentes ciudades a Berlín, se desmarcan de la palabra “activismo”. Y es que están cansades de la ocupación de ciertos términos por parte de la corrección política que oculta el racismo y el cis-sexismo.

Tzoa: Prefiero no usar esa palabra, aunque probablemente me corresponda por lo que hago a diario. Pero es como una cuota que tranquiliza a muchas personas, de izquierda y de derecha pero que deja afuera a muchas otras. Tendría que pensar más tranquilamente una palabra alternativa a activismo para definir mi trabajo cotidiano.

Naikee: No sé si me considero activista, pero de todos modos creo que ser trans y estar expuesta todo el día es una forma de activismo. También es cierto que a veces es cansador que ser trans y ser activista sean el mismo acto.

¿Cómo es el marco legal de reconocimiento de las personas trans en Berlín?

Alex: El marco legal está cambiando, y al mismo tiempo no es del todo claro porque hay algunas leyes que están en revisión en la Corte Suprema. Para una persona trans siempre depende si sos blanca, depende en qué área de Berlín te muevas, depende de cuán visible seas. En Berlín hay muchas áreas donde hay neonazis… depende de si tenés trabajo, de cuál es tu estatus… la violencia que recibimos las personas trans y sus familias está atravesada por muchos aspectos.

Tzoa: Ahora hay un certificado que se emite para personas intersex, lo cual claramente no es para todes. Pero, además, para ser reconocido en tu identidad te exigen revisiones médicas, consultas psicológicas, todo un dispositivo de control médico por el que muches no estamos dispuestes a pasar. Así no se reconoce nuestro derecho a la identidad. Para nosotres es una demanda contar con un documento, pero no en estos términos.

¿Ese certificado se requiere también para acceder a tratamientos hormonales o a cirugías que permitan expresar la identidad de género?

Naikee: Sí, también. Por eso en Casa Kua también facilitamos el acceso a hormonas por fuera del sistema médico. Sea porque a alguien le sobró de su propio tratamiento o porque hay profesionales que las donan.

Tzoa usa pronombres masculinos, Naikee femeninos y Alex ambos, él o ella le funcionan del mismo. Tzoa y Naikee llegaron a vivir en Berlín desde otras ciudades de Europa, Alex en cambio, llegó a Berlín desde Argentina, aunque nació en España porque su papá y su mamá fueron refugiados políticos en los 70. Les tres son personas racializadas y en su tarea construyen comunidad trans, pero son críticxs también en relación a la existencia misma de tal comunidad en Berlín.

Naikee: Es difícil pensar en una comunidad, mucho más si lo que imaginamos es una comunidad homogénea. Sucede que si vos sos visible, y más si sos trans femenina -que somos las que más violencia sufrimos cotidianamente-, otra gente se refiere a vos para que ayudes a alguien que está haciendo su transición. Y aun cuando pudiéramos hacerlo, los procesos son distintos, a veces muy intensos, y puede ser un disparador para las cosas que te están pasando personalmente. Creo que sería bueno que no sólo las personas trans seamos responsables de crear o sostener esa comunidad, porque es realmente agotador.

Alex: Es cierto que hay distintos grupos que se conectan o no. Para mí es difícil pensar en una comunidad sobre todo por la diversidad de intereses y las diferencias que hay entre personas blancas y racializadas. En mi caso, hay muchas cosas que no comparto con otras personas u organizaciones trans. Por ejemplo, algunos años atrás hubo una gran discusión sobre un oficial de policía trans que estaba en el área de investigaciones de la policía y algunos grupos creían que era bueno incluirlo en eventos de la comunidad. Y la verdad que no es lo que yo quiero discutir y esa es una decisión para mí, yo lo que quisiera es directamente desmantelar la policía. No me interesa hablar de policías que ya están incluidos sino de las personas que no tienen papeles, ni acceso a la salud u otros derechos. Creo que hay muchas maneras de hacer comunidad y por eso nosotres estamos haciendo Casa Kua. Pero no quiero estar en un movimiento que lucha por la inclusión en la policía.

Tzoa: Hay también muchos grupos que tienen estructura y acceso a financiación, y también sabemos que en esos grupos mucha gente ha experimentado racismo. Ser trans no alcanza para hacer comunidad. Por eso prefiero hablar de comunidades antes que pensar en singular. Porque entre los grupos trans también hay quienes defienden al gobierno alemán en la guerra contra Irak, por ejemplo. Y aunque a veces se pueda converger en una marcha, nosotres elegimos siempre marchar por zonas como Sonnenallee porque ahí hay más migrantes, turcos, musulmanes, árabes… y no hay tantos neonazis…

Alex: …que de verdad dan mucho miedo.

El nacimiento de Casa Kua, hace un año y en medio de la primera ola de pandemia por el Covid 19 ¿tuvo que ver con esta emergencia?

Tzoa: Tuvo que ver sobre todo con la necesidad de tener un espacio para personas trans que al mismo tiempo hayan experimentado el racismo. Esto no existía ni en Berlín ni en Alemania, tampoco en el resto de Europa; salvo en Amsterdam donde hay una clínica que llevan adelante trabajadoras sexuales trans.

Naikee: Nuestro intento es poder ofrecer apoyo y recursos para gente que no lo tiene. Por ejemplo, tenemos una depiladora láser que muchas chicas trans vienen a usar. También tenemos médicxs para casos de emergencia y otros profesionales y practicantes de la salud a quienes de otro modo no podrían acceder, como psicólogxs, acupunturistas, parteras…

Alex: Y también son importantes los grupos de escucha y de reflexión, los talleres. En este tiempo se hicieron muchos y los temas son muy variados. Desde las cosas prácticas hasta pensar juntes como convivimos con la muerte, y cómo acompañamos los procesos de enfermedad. También estamos arrancando grupos de consumos problemáticos de alcohol y otras sustancias.

Tzoa: Otra de nuestras metas es, justamente, hacer converger algunos aspectos de hacer comunidad en el mismo espacio. Tener un espacio donde la gente trans y racializada pueda venir, compartir saberes y experiencias y que podamos construir algo a partir de eso. La gente trae sus propias ideas de lo que se podría hacer en el espacio y eso de alguna manera lo hace crecer y sí, crea comunidad.

¿Y cómo se entera la gente de la existencia de Casa Kua?

Alex: Mayormente por las redes sociales, especialmente a raíz de las restricciones a la circulación debidas al Covid.

Naikee: Pero también llegan por el boca a boca, nos llegan muchos mensajes de personas que escucharon hablar o que alguien les dio una referencia.

¿Cómo sostienen económicamente el espacio y a los profesionales que dan servicios allí?

Tzoa: Tenemos un crowdfunding -el link se puede encontrar en la cuenta de Instagram, @casakua- que ha funcionado muy bien para montar la casa y también algunas de las personas que dan servicios pagan algo del alquiler. Pero nuestra idea es poder seguir ofreciendo servicios accesibles, con una escala de precios que varía según los privilegios de cada quien, empezando desde muy bajos precios. Crear esta escala y esta dinámica va a llevar más tiempo.

¿Siempre fue la idea crear un centro de atención a la salud?

Tzoa: Sí, con un sentido muy claro de que salud no es lo mismo que no tener síntomas, sino que es un equilibrio entre muy diversos aspectos que incluyen también el entorno, la violencia a la que se puede estar expuesto, la posibilidad de compartir con otros y otras. Desde esa perspectiva nos pensamos como un espacio de salud. Por supuesto que muchas veces recibimos pedidos de ayuda más urgentes, como alguien que está sin casa, por ejemplo. Y aunque no podemos dar respuestas inmediatas tratamos de hacer red con otros espacios para migrantes. Yo soy médico chino y también practico la acupuntura y la verdad es que en Europa es muy elitista el acceso a medicinas alternativas a la alópata, eso también fue un punto de partida para Casa Kua.

El lugar donde están es un centro feminista, ¿verdad?

Tzoa: Sí, es un centro de mujeres, más bien, que está cumpliendo ahora su 40 aniversario. Fue una casa tomada, pero en algún momento de estas décadas las mujeres pudieron comprar el edificio al Estado en tanto cooperativa. Al mismo tiempo que estamos felices con la posibilidad de tener el espacio y que, en comparación al resto de los precios de los alquileres el que pagamos es accesible también es cierto que es un espacio de mujeres cis blancas para quienes somos un cupo necesario. Pero ya hay molestias porque no entienden que haya transmasculinidades ni tantas personas trans y BIPOC en general. Y sí, ya tuvimos varias discusiones en torno al racismo.

Alex: Algunas de las integrantes de la cooperativa ya manifestaron que quieren que nos vayamos, es un poco inexplicable porque muchas viven ahí con sus maridos varones cis. Confiamos en que de todos modos vamos a poder seguir sosteniendo el espacio.

¿Por qué decidieron ponerle el nombre de Lohana Berkins a la biblioteca común?

Alex: Lohana fue mi amiga durante 20 años y aprendí muchísimo de ella. Murió hace pocos años y poner su nombre a la biblioteca es muy emocionante para mí. Porque creo que honrar a los ancestros es necesario y definitivamente ella es una de mis ancestras. También para honrar su forma de lucha, su compromiso emocional. En Argentina el movimiento trans es un movimiento en parte gracias a Lohana. De alguna manera también su memoria es como un punto de llegada para construir esa comunidad que queremos.

Publicada originalmente en: https://rosalux-ba.org/2021/12/02/la-casa-kua-en-berlin/

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En el corazón del barrio de Kreuzberg, en Berlín (Alemania), ahí donde los olores de la comida típica de lugares distantes de Alemania se mezclan con el de las frutas que se venden en jugo y las cervezas derramadas la noche anterior, hay un espacio donde el silencio es una invitación. No a callar, sino a la escucha.

Hay que quitarse los zapatos para entrar a esta casa cuyo nombre está escrito en español y mandarín -Casa Kua, o casa trans- a donde se llega porque su existencia circula de boca en boca entre personas trans, intersex, trabajadoras sexuales, migrantes, que buscan en este espacio un refugio de las violencias que circulan a diario en donde intercambiar saberes, encontrar contención y acceso a la salud integral.

Sebastián Freire

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El derecho a la ciudad – el aire de futuro

Septiembre 2021 • Marta Dillon

Foto: Lisa Mangold

Foto: Lisa Mangold

Alemania, Europa#Alemania #Europa

Expropiación (Enteignen) es la palabra que en la ciudad de Berlín se lee en banderas colgadas de los balcones y ventanas, en grafitis pintados a alturas increíbles, en las planillas de firmas que hasta finales de junio de este año era posible llenar en cualquier esquina para habilitar la votación en referéndum de una ley de socialización de las viviendas. Expropiación y socialización son las palabras clave para revertir un proceso de concentración de la propiedad de las viviendas en manos de corporaciones que han hecho escalar al cielo los precios de los alquileres. Expropiar y socializar son la propuesta de la campaña que desbordó las calles en pandemia y que logró su cometido: se necesitaban 175 mil firmas, se juntaron 350 mil.  El 26 de septiembre de 2021, junto con las elecciones generales, la ley de expropiación a inmobiliarias que poseen más de tres mil viviendas para que pasen a control social fue consagrada por el voto popular. 240 mil viviendas podrían ser recuperadas a la especulación financiera.

Mateo Argerich y Jana Steinfeld son dos jóvenes integrantes de la campaña “Deutsche Wohnen & Co Enteignen, por una ciudad con alquileres asequibles para todes” (DWE).

 “Hablamos de Deustche Wohnen pero en julio esta corporación inmobiliaria se fusionó con Vonovia y se convirtió en la empresa más grande de Europa para la financiarización de la vivienda. Berlín es una gema para la especulación inmobiliaria, todavía no es la ciudad más cara de Alemania -antes está Frankfurt- pero es donde más subieron los alquileres en los últimos diez años”, dice Jana Steinfeld, joven estudiante de sociología urbana y parte de la campaña DWE desde 2018, cuando comenzó a organizarse. Sentada en un bar a metros de la Kottbuser Tor, el sitio menos gentrificado de Kreuzberg -histórico barrio de migrantes- Jana alterna entre el entusiasmo por la vitalidad de la campaña y la preocupación por los movimientos financieros que se meten directamente en la vida cotidiana a través de la especulación inmobiliaria.

 “Entre los años 2000 y 2006 se privatizaron muchísimas viviendas subvencionadas por el Estado. La ciudad tenía muchas deudas y por alguna razón creyeron que era una buena idea la privatización” -agrega Jana con ironía-. Sin embargo, hubo resistencia, aquí cerca en Kreuzberg los vecinos empezaron a organizarse, resistieron desalojos, se sumaron muchos activistas y así fue como nació la campaña.

 “Cuando entran actores internacionales, lo que hacen es adquirir los sectores más marginalizados de la ciudad porque, pueden aumentar la vivienda lo más posible. En Berlín hay regulaciones para el alquiler, sobre todo para las viviendas sociales, pero por un plazo determinado. Vencido ese plazo el alquiler pasa a ser el del precio de mercado”, suma Mateo Argerich, arquitecto y migrante argentino que vive en Berlín hace siete años y aun habiendo militado la campaña DWE, no podrá votar el 26 de septiembre porque su residencia permanente no lo habilita. Para él, como para Jana, el proceso de organización para lograr el referéndum fue, no sólo una inyección de energía sino también de futuro, justo cuando la pandemia y el largo invierno berlinés suspendía cualquier encuentro con otros, con otras.

La campaña habla de expropiación, pero ustedes se refieren a la ley de socialización de la vivienda. ¿Podrían explicar por qué?

 Jana: La idea de la campaña es expropiar a las compañías que tengan más de 3000 propiedades en Berlín y que todas esas propiedades no pasen a ser estatales si no que pasen a constituir un commons. Manejado por la sociedad a través de consejos y éstos a su vez de una institución de derecho público. La ley tiene dos partes: la primera trata sobre la expropiación y cómo se financia y articula la indemnización a las inmobiliarias y la segunda organiza el control social de las viviendas por parte de la ciudadanía y los inquilinos e inquilinas. Porque solamente la socialización puede garantizar soluciones a largo plazo.

¿El Estado se haría cargo de las indemnizaciones?

 Mateo: La indemnización, en principio, tiene que ser a precios más bajos que los de mercado que se instalaron con la misma acción de las grandes corporaciones de vivienda. Y puede pagarse perfectamente en cuotas con los precios justos de los alquileres. Se estima que se podrían expropiar 240 mil viviendas.

¿Cómo se organiza la Campaña, tanto para la redacción de la ley como para garantizar a futuro la creación de los consejos que controlen los alquileres?

 Jana: Ahora hay grupos de trabajos que se ocupan de diferentes cosas: la recolección de firmas, la discusión y redacción de la ley de socialización, la comisión que se ocupa del tema de la democratización de la participación, porque mucha de la gente que firmó para el referéndum no tiene derecho al voto, aunque paga impuestos y alquiler en Berlín. Y en el último año se organizaron los Kiez-Teams (equipos de barrio) que están en cada distrito, en cada urbanización. Hacen cosas para la campaña, pero fundamentalmente son lugares donde se conoce la gente, son como pequeñas asambleas barriales donde todo se pone en discusión, además de compartir las problemáticas. Y crecieron muchísimo aun cuando la mayor parte del año las reuniones tuvieron que ser virtuales.

¿Por qué se fortaleció tanto la Campaña durante este año y medio de pandemia?

 Mateo: En principio hubo una manifestación espontánea muy importante en mayo, el 5 de mayo, cuando la Corte Suprema derogó una ley de nuestra ciudad que ponía un tope a los alquileres. Entendemos que esa ley fue una respuesta del gobierno de Berlín a la organización de inquilinos e inquilinas que venían resistiendo los aumentos. Pero el Tribunal más alto de Alemania sentenció que Berlín no tiene autoridad para regular las relaciones entre privados. Y lo peor es que las inmobiliarias pretenden cobrar la diferencia entre el tope y los precios de mercado de manera retroactiva. Eso se traduce en deudas para los y las inquilinas que además vieron reducidos sus ingresos por la pandemia.

 Jana: En Berlín aproximadamente un 10 por ciento de la población está endeudada. Y un 90 por ciento alquila. Los datos del 2018 dicen que la gente pagó entre un 46 y un 48 por ciento de sus ingresos para alquilar. Y quienes tienen menos dinero, por supuesto pagan un porcentaje más alto. Esto aumenta la polarización social y dejó clara la necesidad de dar una respuesta colectiva.

¿Tienen un diagnóstico sobre cómo esta polarización social afecta a las mujeres, personas LGTBQ+, racializadas y migrantes en relación a la vivienda?

 Jana: Hay dentro de la campaña un grupo que se ocupa de esas preguntas. El problema es que en Alemania las mujeres o personas queer ganan menos dinero, aunque estén en los mismos puestos de trabajo que los hombres. También muchas veces trabajan en el sector social que está muy mal pagado en Alemania -tareas de cuidados y servicios- y bueno, además realizan el trabajo reproductivo no pagado. Entonces tienen menos dinero para pagar un alquiler.

Y eso complica el acceso mismo a los alquileres, ¿verdad?

 Mateo: Como la asignación de viviendas es un mecanismo por el cual no hay que rendir cuentas, muchas veces es un mercado racista, homofóbico y transfóbico. Entonces las situaciones en que aterrizan las personas en situaciones de vulnerabilidad son muy malas, pagan el precio de un piso por una cama. Y encima esto sucede en los barrios marginales en donde también interviene la policía.

¿Los propietarios dan intervención a la policía al momento de desalojar?

 Mateo: Si. Pero, sobre todo, en algunas zonas que se nombran como “peligrosas” la policía interviene sin regulaciones y eso pone en peligro la continuidad de la vivienda y complica el acceso.

Jana: Las inmobiliarias, por otra parte, operan una discriminación de hecho: priorizan a la pareja heterosexual por encima de otros inquilines posibles. Heterosexual, pero sin hijos porque los niños también complican el acceso a los contratos de alquiler.

Mateo: Muchas veces personas que comparten vivienda tienen que fingir que son pareja para poder conseguir un contrato. Como hay mucha gente pidiendo departamentos hay una lista enorme para elegir y ahí funcionan todas las estructuras racistas, xenofóbas. En Right to the city (derecho a la ciudad), que es una de las organizaciones que integran la campaña, se juntan un montón de testimonios LGTBQ+, de personas racializadas y mujeres con hijes. Es algo que se quiere visibilizar para que haya mecanismos transparentes de asignación de vivienda. Es parte de la idea de socialización.

Con los Kiez-Teams podríamos decir que esta campaña tiene una organización territorial entre inquilines. ¿Qué problemáticas aparecieron además del precio de los alquileres?

Jana: La violencia por razones de género, por ejemplo, que ha aumentado durante la crisis de la cuarentena, no sólo en Berlín, en toda Alemania.

Mateo: Desde la Campaña se evalúa que hay un déficit de refugios para víctimas de violencia de genero. Y a la vez se cree que al tener un organismo de derecho público que tome todas las decisiones referidas a lo común, se van a poder generar estos espacios. Que ahora están siendo desplazados o que pagan grandes alquileres y que no pueden ofrecer los cupos que la sociedad necesita, ya sea refugios para víctimas de violencia de género o déficit de jardines de infantes o espacios juveniles.

Jana: Lo interesante también es como se van a mantener estas redes barriales, a través de los consejos de inquilines y participación democrática. Por eso es tan importante para la campaña el déficit democrático que hay, para que realmente haya un mecanismo de participación.

¿A qué le llaman “déficit democrático”?

Jana: Hemos juntado más de 350 mil firmas que en materia de referéndum en Berlín es un récord. Pasó del mínimo necesario 175 mil firmas válidas…

Mateo: El tema es que de estas firmas un 32 % son inválidas, y dentro de los motivos de impugnación el que más pesa es la falta de ciudadanía. Ese 32 % es el que acepta las peores condiciones de contrato y es el sector de la población que está en la peor situación. No tenemos capacidad de voto porque para hacerlo es no alcanza la residencia permanente siquiera, sino que se necesita ciudadanía completa. Es interesante ver como se estructura esta ley de socialización contemplando esto.

Jana: Lo interesante ahora es ver cuánta gente va a votar en las elecciones generales que no son obligatorias. De eso depende en parte lo que pase con el referéndum.

Die LINKE, el partido de izquierda alemán, organizaciones migrantes, de inquilinos e inquilinas, grupos y colectivas feministas y vecinos y vecinas integran la campaña Deutsche Wohnen & Co Enteignen, por una ciudad con alquileres asequibles para todes. El 26 de septiembre estarán los resultados del referéndum, pero el proceso de organización de la campaña mostró su fortaleza. Si las grandes inmobiliarias pusieron en jaque el control de precios sobre los alquileres a través del Poder Judicial, la movilización y el voto también podría tener la capacidad de vetar esa iniciativa que pone en riesgo de endeudarse o ser desplazados de la ciudad a cientos de miles de inquilinos e inquilinas. Y en ese mismo proceso se abren preguntas que profundizan la organización sobre el acceso democrático de migrantes, personas racializadas, mujeres jefas de familia y personas LGBTQ+; este es el aire de futuro que hace más respirable el aire de Berlín, aun con la pandemia.

Publicada originalmente en: https://rosalux-ba.org/2021/09/14/el-derecho-a-la-ciudad-el-aire-de-futuro/

Foto: https://urlshortner.org/Tejvz

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Expropiación (Enteignen) es la palabra que en la ciudad de Berlín se lee en banderas colgadas de los balcones y ventanas, en grafitis pintados a alturas increíbles, en las planillas de firmas que hasta finales de junio de este año era posible llenar en cualquier esquina para habilitar la votación en referéndum de una ley de socialización de las viviendas. Expropiación y socialización son las palabras clave para revertir un proceso de concentración de la propiedad de las viviendas en manos de corporaciones que han hecho escalar al cielo los precios de los alquileres. Expropiar y socializar son la propuesta de la campaña que desbordó las calles en pandemia y que logró su cometido: se necesitaban 175 mil firmas, se juntaron 350 mil. El 26 de septiembre, junto con las elecciones generales, la ley de expropiación a inmobiliarias que posean más de tres mil viviendas para que pasen a control social podría ser consagrada por el voto popular. 240 mil viviendas podrían recuperadas a la especulación financiera.

Foto: Lisa Mangold

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